Los gemelos malinterpretados de las matemáticas

 

¡Hola, jovenes! Hoy vamos a hablar de dos acrónimos que, en algún momento de sus vidas, han causado que se les caigan los calzones de desesperación: MCM y MCD. Pero tranquilos, que aquí estoy para hacerles entender que no son nada del otro mundo… o al menos no tan aterradores como parecen. (O eso quiero que crean).

Empecemos con el MCM. Este es el Mínimo Común Múltiplo. Sí, como lo oyen. Y aunque su nombre suene como algo sacado de un diccionario que nunca nadie abrió, en realidad es más simple de lo que parece. Es solo el primer número que aparece en la lista de múltiplos de dos (o más) números. Y por “primer número”, me refiero a que el MCM es ese amigo tuyo que siempre quiere ser el primero en todo, el que hace que todos los demás se agarren de los pelos para llegar a la meta. Es como esa persona en la fiesta que no te deja irte hasta que todos hayan escuchado sus "intrépidas aventuras".

Por ejemplo, el MCM de 4 y 6 es 12. ¡Wow, qué emocionante! Lo que pasa es que, como siempre, el MCM tiene que ser tan dramático que elige un número tan grande que te preguntas: “¿De verdad esto es lo mínimo que podemos encontrar entre estos dos? ¡Parece más bien el número máximo!” Pero lo peor es que no se detiene ahí, sigue buscando hasta que todos sus amigos (es decir, los múltiplos) se alinean.

Ahora, tenemos al MCD. Ah, el Máximo Común Divisor. Este es el tipo tranquilo, el que llega tarde a la escuela, pero cuando lo hace, se sienta y dice: “No hace falta mucho, con lo básico es suficiente.” (Si, es ese que pasa desapercibido siempre).  El MCD no tiene tiempo para poner drama en la vida. Solo se quiere quedar con lo más grande que comparten los dos números. Es como esa persona que entra a un buffet y solo se lleva lo mejor: el trozo de carne más grande y el pedazo de pastel que nadie más vio.

Por ejemplo, el MCD de 12 y 18 es 6. No es el número más grande en el mundo, pero lo hace sentir como un VIP, porque es el número más grande que puede dividir ambos sin dejar residuos. Es el tipo que llega a la fiesta y, de alguna manera, logra que todos lo respeten, sin hacer mucho ruido.

Entonces, ¿cuál es la lección aquí? El MCM y el MCD son como esos personajes en las películas que, al principio, parecen ser del todo opuestos, pero al final resultan ser el alma de la fiesta. ¿Por qué? Porque sin ellos, no podemos hacer operaciones matemáticas sin perder el control. Nadie quiere estar resolviendo fracciones o problemas de divisibilidad como si fueran acertijos de un libro de misterio sin saber quién es el MCM o el MCD. Sería como hacer una fiesta sin música. ¿Qué sentido tendría?

Aquí les dejo un pequeño reto para que vean cómo se puede aplicar esta sabiduría universal: El MCM de 15 y 25 es… 75. ¿Por qué? Porque el MCM tiene que ser así de dramático, haciendo su entrada triunfal con el 75 mientras los demás lo observan desde su rincón.

Y el MCD de 15 y 25 es… 5. Sí, el MCD no le interesa hacer mucho ruido, es el que te dice: “Aquí estoy, soy el máximo divisor y no necesito más.” Porque a veces, menos es más, y el MCD lo sabe.

Así que la próxima vez que veas estos dos acrónimos, en lugar de hacer una cara de “esto me suena a examen”, recuerda: El MCM está allá, buscando un número tan grande como su ego, y el MCD está tranquilo, dividiendo todo en su camino como el rey de la eficiencia.

Porque, seamos realistas, ¿Quién no quiere ser como el MCD, disfrutando de la vida sin demasiados compromisos, mientras el MCM corre por ahí tratando de ser el centro de atención?